martes, 19 de enero de 2010

LOS NUEVOS CONOCIMIENTOS

Como profesor de psicolingüística en París y autor de varios libros y ponencias muy bien considerados, el Dr. Alfred Tomatis conoce tan bien como cualquier otra persona el valor de los datos científicos. También sabe que, a veces, una anécdota puede esclarecer una cuestión más eficaz y sencillamente que una docena de estudios.


La primera vez que el Dr. Tomatis la examinó en su consulta la niña no hablaba ni parecía oír cuando le dirigían la palabra. Al principio, Odile se aferró tercamente a su silencio tratamiento del Dr. Tomatis la volvió menos callada. Al cabo de un mes, la niña prestaba atención y hablaba. Como es lógico, sus padres se sintieron satisfechos ante estos progresos, si bien, simultáneamente, se mostraron algo perplejos: se dieron cuenta de que la comprensión de su hija mejoraba notablemente cuando hablaban en inglés en lugar de hacerlo en francés Ninguno de los dos hablaba mucho inglés en casa y, hasta que fue sometida a la asistencia del Dr. Tomatis, Odile —de cuatro años— había sido casi totalmente insensible a la palabra hablada, al margen del idioma en que se pronunciarse este hecho desconcertó al Dr. Tomatis, hasta que, un día, la madre de
Odile mencionó casualmente que durante la mayor parte del embarazo había
trabajado en una empresa de exportación-importación de París en la que sólo se
hablaba inglés Hace cuarenta años, esta idea habría sido descartada por imposible, mientras que hace cuatrocientos habría sido aceptada como una realidad los chinos crearon las primeras clínicas prenatales hace un milenio. También por este motivo hasta las culturas más primitivas han advertido a las embarazadas que se alejen de hechos aterradores, como los incendios.

Los Cuadernos de Leonardo dicen más sobre las influencias prenatales que muchos de los textos médicos más modernos. En un pasaje especialmente
penetrante escribió: «La misma alma gobierna los dos cuerpos... las cosas
deseadas por la madre a menudo quedan grabadas en el niño que la madre lleva
en su seno en el momento del deseo... una voluntad, un supremo deseo, un temor
o un dolor mental que la madre siente tiene más poder sobre el niño que sobre
.
ella, dado que frecuentemente la criatura pierde su vida por este motivo.

Los doctores estudiaban el cuerpo humano casi del mismo modo que los niños de nuestros días analizan los juegos de construcción. La enfermedad consistía,simplemente en averiguar qué ocurría y dónde y por qué lo que tenía que funcionar no iba bien Liberó a la medicina de las supersticiones que la habían obstaculizado durante los dos milenios anteriores y la situó en una posición más rigurosa y científica . La obra de Freud sólo aludía al niño no nacido. La concepción neurológica ybiológica tradicional de su época sostenía que un niño no era lo bastante maduro para sentir o experimentar significativamente hasta el segundo o tercer año de vida. , Freud realizó una importante aunque accidental contribución, a la psicología prenatal. Demostró, más allá de toda duda, que las emociones y los sentimientos negativos influyen adversamente en la salud física. Dio a esta idea el nombre de enfermedad psicosomática .En los años cuarenta y cincuenta, investigadores entre los que se incluyen Igor Caruso y Sepp Schindler, de la Universidad de Salzburgo, Austria; Lester Sontag yPeter Fodor, de Estados Unidos; Friedrich Kruse, de Alemania; Dennis Stott, de laUniversidad de Glasgow; D. W. Winnicott, de la Universidad de Londres, y GustavHans Graber, de Suiza, estaban convencidos de que las emociones maternasinfluían precisamente de ese modo en el feto, pero no podían demostrarlo experimentalmente. En síntesis, necesitaban un modo de estudiar y someter realmente a prueba al niño no nacido en el útero. Esto estaba más allá de las posibilidades de cualquier máquina o aparato que entonces existiera. La tecnología médica finalmente los alcanzó. Puesto que muchos de esos pioneros llegaron a una venerable y activancianidad (algunos aún viven), tuvieron la satisfacción de ver gran parte de sus hipótesis confirmadas por una nueva generación deinvestigadores.

los estudios demuestran que, en la quinta semana, el feto ya desarrolla un repertorio sorprendentemente complejo de actos reflejos. En la octava semana no sólo mueve fácilmente la cabeza, los brazos y el tronco, sino que, además, con estos movimientos ya ha labrado un primitivo lenguaje corporal: expresa sus gustos y aversiones con sacudidas y patadas bien colocadas, Esta preocupación por la comodidad tal vez explique el motivo por el cual algunos recién nacidos son tan activos por la noche. En el útero, la noche era el momento más ajetreado del día para el bebé. Una vez acostada, su madre estaba lejos desentirse relajada y sosegada. A causa de la acidez estomacal, el estómago revuelto y los calambres en las piernas, no dejaba de moverse de un lado a otro, e invariablemente hacía corno mínimo dos o tres visitas al cuarto de baño, El dominio de las expresiones faciales se retrasa un poco más que el de los movimientos generales del cuerpo. Al cuarto mes, el niño intrauterino es capaz de fruncir el ceno, bizquear y hacer muecas, Aproximadamente en ese momento adquiere los reflejos básicos.

De cuatro a ocho semanas después es tan sensible al tacto como un niño de un año. Si se le cosquillea accidentalmente el pericráneo durante un examen médico, mueve la cabeza de prisa. El agua fría le desagrada mucho, Investigaciones recientes también demuestran que, a partir de la semana veinticuatro, el niño intrauterino en todo momento oye. Además, tiene muchas cosas que oír. El abdomen y el útero de la embarazada son lugares muy ruidosos. Los retumbos estomacales de su madre son los sonidos más potentes que hoy.
Mientras mantiene su ritmo regular, el niño intrauterino sabe que todo está bien; se siente seguro y esa sensación de seguridad persiste en él.


El Dr. Albert Liley también cree que éste es el motivo de que, cuando se pide a un grupo de personas que pongan un metrónomo según un ritmo que las satisfaga, la mayoría opte por uno que va de los cincuenta a los noventa golpes por minuto…aproximadamente equivalente a los latidos del corazón humano.
En los años veinte, un investigador alemán dio cuenta de una reacción aun más definida. Varias de sus pacientes embarazadas le explicaron que habían dejado de asistir a conciertos porque sus niños no nacidos reaccionaban tempestuosamente ante la música, El equipo del doctor Liley comprobó que partir de la semana veinticinco, el feto literalmente salta al ritmo de los golpes del
Tambor de una orquesta, lo cual, sin duda, no es un modo muy reposado de pasaruna velada, la visión del niño intrauterino se desarrolla con más lentitud: aunque no está totalmente a oscuras, el útero no es el lugar ideal para practicar la visión. Esto no significa que el feto no vea. A partir de la semana dieciséis es muy sensible a la luz. La visión del niño no es especialmente aguda al nacer. El recién nacido sólo tiene un 20/500 de visión, lo que significa que no distingue un árbol a medio campo de fútbol de distancia, . Si están cerca, puede ver los objetos de sumundo con bastante claridad. Puede discernir la mayoría de los rasgos del rostro de su madre si se encuentra entre quince y treinta centímetros de distancia.
El doctor Liley plantea una teoría fascinante con respecto a esta cuestión. Considera que las deficiencias visuales de un bebé pueden ser, al menos parcialmente la consecuencia de un hábito que adquirió en el útero, El hecho de que el niño intrauterino tenga habilidades demostradas para reaccionar ante su entorno a través de los sentidos, muestra que está en posesión de los requisitos básicos del aprendizaje. Sin embargo, la formación de la personalidad exige algo más en el útero recibe muchos mensajes y tiene que poder distinguir entre los fundamentales y los que no lo son, sobre qué mensajes ha de obrar y cuáles tiene que descartar. Por último, debe recordar lo que éstos le transmiten. Sino puede hacerlo, por muy crítico que sea su contenido, éste no se registrará durante más de unos momentos.

Los recientes estudios neurológicos no sólo demuestran que la conciencia —el más importante de los tres requisitos— existe en el útero. El docto Dominick Purpura —director de la muy respetada revista Brain Research, profesor del Albert Einstein Medical College y jefe de la sección de estudios sobre el cerebro de los Institutos Nacionales de Salud— sitúa el comienzo de la conciencia entre las semanas veintiocho y treinta y dos. Señala que, en ese momento, los circuitos neurales del cerebro están tan desarrollados como en un recién nacido, es asimismo importante porque la corteza es la parte más elevada y compleja del cerebro, la parte más distintivamente humana y la que utilizamos para pensar, sentir y recordar , Pocas semanas después, las ondas cerebrales se vuelven definidas, lo que permite distinguir con facilidad entre los estados de sueño y de vigilia del niño. Ahora está mentalmente activo incluso mientras duerme.

Los doctores H. P. Roofwarg, J. H. Muzil y W. C. Dement – sostiene que los períodos REM son el equivalente del levantamiento de pesos por parte del cerebro
del feto. Dichos investigadores afirman que, para desarrollarse de manera orrecta, el cerebro fetal tiene que ejercitarse y que la actividad neurológica de los períodos REM no es más que eso: ejercicios mentales, Los primeros y delgados fragmentos de huellas de la memoria comienzan a atravesar el cerebro fetal alrededor del tercer trimestre, aunque es difícil determinar el momento exacto .
En un libro de reciente aparición, el psiquiatra checoslovaco Stanisla v Grof cuenta que un hombre sometido a medicación describió con toda exactitud su cuerpo fetal—lo grande que era su cabeza en comparación con sus piernas y brazos—y cómo se sentía al encontrarse en el tibio líquido amniótico y unido a la placenta

Mientras describía los sonidos de su corazón y los de su madre, se interrumpió súbitamente en mitad de la frase y anunció que podía oír voces amortiguadas fuera del útero: risas y gritos de voces humanas y el cascado toque de las trompetas de la feria. , el doctor Grofse puso en contacto con la madre de éste, que no sólo confirmó los detalles de la historia de su hijo, sino que también añadió que fue la agitación de la feria lo que precipitó el alumbramiento , Cada vez que incluyo esta anécdota en una conferencia, los profanos asienten significativamente. La idea de que un niño intrauterino recuerde les parece una cosa bastante natural, Sin embargo, lo que provoca miradas de desconcierto y preguntas del público es la afirmación de que el niño intrauterino puede percibir los pensamientos y sentimientos de su madre, cuandoel biólogo y psicólogo norteamericano W. B. Cannon demostró que el miedo y laansiedad pueden provocarse bioquímicamente mediante la inyección de un grupode sustanc ias química llamadas catecolaminas, que aparecen naturalmente en8 la sangre de animales y seres humanos asustados

El hecho de que el sistema sanguíneo corresponda a un animal o a un niño no nacido apenas implica diferencia. En el caso del feto, la única distinción corresponde a la fuente de dichas sustancias: provienen de su madre cuando ésta se perturba , El impacto directo, inmediato y más verificable de las hormonas maternas se da en su cuerpo, no en su mente. Sin embargo, en el curso de proceso, estas sustancias lo empujan hacia una conciencia primitiva de sí mismo y de la faceta puramente emocional de los sentimientos, De momento, baste decir que cada oleada de hormonas maternas lo arranca de la inexpresividad que es su estado normal en el útero y lo introduce en una especie de receptividad. El feto trata de dar sentido a ese hecho. Aunque no plantea el interrogante de esta manera, lo que en realidad se pregunta es: « ¿por qué?».

En el sexto o séptimo mes, el niño no nacido es capaz de hacer discriminaciones bastante sutiles con relación a las actitudes y los sentimientos de su madre y, lo que es más importante, comienza a responder a ellos, el niño intrauterino o el recién nacido no pueden explicarnos qué sentimientos maternos percibió en el útero ni cómo reaccionó ante ellos, pero, al igual que los demás mortales, está sujeto al efecto psicosomático. Cuando es feliz, suele florecer físicamente; cuando está muy turbado, con la misma frecuencia se vuelve enfermizo y emocionalmente
inestable.
Puesto que la principal fuente de su vida emocional en el útero es la madre, el doctor Stott supuso que el estado físico y emocional del niño al nacer y en los años inmediatamente posteriores permitiría hacerse una buena idea del tipo de mensajes maternos que recibió en el útero y la exactitud con que los percibió .Si estaba en lo cierto, los contratiempos maternos a corto plazo no debían afectarle tan profundamente como los de largo plazo. Y eso es lo que descubrió en una de sus investigaciones , podría suponerse que, puesto que estos sustos fueron efímeros, quizá la exposición relativamente breve a las hormonas maternas no dañó la salud física y emocional de sus hijos, En realidad, surgió una distinción muy sutil entre las tensiones.

Los datos del doctor Stott demostraron que contratiempos prolongados que no afectaban directamente la seguridad emocional de la mujer —por ejemplo ,la enfermedad de un pariente próximo— tenían poco o ningún efecto en su hijo no nacido, mientras que las tensione spersonales a largo plazo lo tenían con frecuencia, Según el doctor Stott, además de ser personales otros dos elementos caracterizaban dichas tensiones: «Tendían a ser constantes o propensas a estallar en cualquier momento y eran imposibles de resolver
.
El único modo de dar sentido a la diferencia es en términos de percepción. En un caso, los niños pudieron sentir que, aunque muy real, la aflicción de su madre no era amenazadora para ella ni para ellos, Lamentablemente, uno de los elementos que el doctor Stott no analizó en su investigación fue lo que sentían hacia sus hijos no nacidos las madres con tensión personal. Sospecho que, si lo hubiera hecho, habría descubierto que la intensidades los sentimientos de la mujer hacia su hijo puede reducir el impacto que sus contratiempos ejercen en él.

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